Cómo enfrentar la degradación de praderas perennes: Estrategias técnicas para una ganadería más rentable y sostenible

Felipe Salinas.
Ingeniero Agrónomo
Product Manager Semillas
fsalinas@cooprinsem.cl
Cooprinsem

Degradación de praderas perennes en sistemas pastoriles

La persistencia de las praderas perennes constituye una preocupación recurrente para los agricultores ganaderos del sur de Chile. Establecer una pradera no garantiza su permanencia, pues múltiples factores pueden afectar su estabilidad, productividad y valor forrajero en el tiempo. El objetivo de este artículo es profundizar en los factores que provocan la degradación de praderas, diferenciando entre variables permanentes y transitorias, y proponer lineamientos de manejo que permitan aumentar la persistencia y productividad de los sistemas pastoriles, enmarcados en una visión sustentable y técnicamente fundamentada.

¿Qué es una pradera perenne?

Una pradera perenne está compuesta por especies forrajeras capaces de regenerarse año tras año, sin necesidad de resiembra. No obstante, su permanencia no está garantizada, ya que depende de múltiples factores que afectan su estabilidad y composición botánica a lo largo del tiempo. Al ser una unidad forrajera dinámica, está expuesta a variables permanentes como el clima, suelo, comportamiento hídrico, topografía y variables transitorias como por ejemplo plagas y manejos agrícolas, que interactúan constantemente y condicionan su persistencia. Por esta razón, el comportamiento de una pradera perenne no es estático, sino que responde activamente a las condiciones del entorno y al tipo de manejo aplicado por el agricultor.

Las especies herbáceas sembradas, como Lolium perenne, Trifolium repens y otras, compiten entre sí y con las malezas, adaptándose a las condiciones del entorno. La interacción de las variables anteriormente señaladas, determina que especies prosperan. Diversos trabajos científicos de Nueva Zelandia, Irlanda, Chile y Australia han abordado la fisiología del crecimiento de las gramíneas perennes, particularmente su desarrollo foliar, el macollaje, el almacenamiento de carbohidratos no estructurales y la recuperación post pastoreo, como mecanismos clave en la persistencia de estas especies.

Variables permanentes que condicionan la persistencia

Clima: Las praderas están influenciadas por la temperatura, la radiación y la distribución de precipitaciones. En el sur de Chile, los inviernos largos y las primaveras húmedas favorecen el crecimiento de gramíneas. Sin embargo, el cambio climático ha traído consigo eventos extremos, como sequías estivales, afectando la estacionalidad del crecimiento. La instalación de riego tecnificado ha demostrado mejorar significativamente la persistencia, aunque con altos costos de inversión.

Suelo: La acidez, la capacidad de intercambio catiónico (CIC), y los niveles de nutrientes disponibles, como fósforo, potasio y azufre, son claves para mantener especies de alto valor forrajero. En suelos ácidos con alta fijación de fósforo, se requiere enmiendas calcáreas (carbonato de calcio o dolomita), junto con fertilización localizada.

Comportamiento hídrico: Zonas con mal drenaje favorecen especies poco productivas como chépica, juncos y alfalfa chilota. Esto puede prevenirse con labores de subsolado, zanjas de infiltración con el fin de entregar las condiciones óptimas para las especies forrajeras.

Topografía: Zonas con fuerte pendiente son más vulnerables a sobrepastoreo y erosión, generando pérdida de fertilidad y compactación superficial. Estas zonas presentan menor densidad de macollos y dominancia de especies indeseables, lo cual disminuye la productividad y calidad forrajera.

Variables transitorios: desafíos y oportunidades de manejo

Plagas y enfermedades: Entre las plagas más problemáticas en el sur de Chile se encuentran la cuncunilla negra (Dallaca pallens), gusanos blancos (Phytoloema herrmanni, Hylamorpha elegans) y el gorgojo argentino (Listronotus bonariensis). Estas especies afectan directamente el sistema radical y la base de los tallos, reduciendo el macollaje y provocando pérdida de cobertura.

El uso de ballicas con endófitos como AR1 o CM142 han permitido mejorar la persistencia de nuestras praderas ya que al generar alcaloides logran controlar el ataque de gorgojos argentinos, y también han demostrado mejorar la tolerancia al déficit hídrico.

Fertilidad del suelo: Suelos con alta fertilidad favorecen especies agresivas como ballicas perennes y tréboles blancos, mientras que en suelos pobres dominan pastos de bajo valor como chépica, pasto oloroso etc

La reposición estratégica de nutrientes, especialmente fósforo y azufre, junto con la corrección de pH, permite sostener especies perennes con mayor valor nutritivo y capacidad de rebrote.

Manejo del pastoreo: Es uno de los factores más determinantes. El sobre pastoreo reduce el área foliar remanente y el número de macollos, afectando la recuperación. Mantener una altura de entrada a pastoreo adecuada (2,5 a 3 hojas por macollo en gramíneas) y residuos post pastoreo de 5 cm permite preservar las reservas de carbohidratos y la actividad meristemática. Además, la carga animal debe ser ajustada a la capacidad de soporte del suelo: ejemplo, en suelos saturados de agua, una alta carga animal compacta y destruye la estructura, especialmente en otoño e invierno.

Debemos considerar que la persistencia de una pradera dominada por gramíneas forrajeras nobles está determinada por la generación de nuevos macollos, siendo estos claves en su longevidad. En este contexto, la primavera representa un momento crítico: si bien las condiciones climáticas favorecen una alta producción de materia seca y su eventual conservación, manejos como los rezagos prolongados pueden tener efectos adversos. Rezagos excesivamente largos con el fin de cosechar más volumen reduce el ingreso de luz a la base de las plantas, disminuyendo la tasa de macollaje y afectando directamente la persistencia. Este fenómeno cobra especial relevancia en praderas perennes nuevas o recientemente sembradas, donde el éxito del establecimiento depende en gran medida de una adecuada generación y sobrevivencia de macollos.

Datos laboratorio de suelo de Cooprinsem: análisis de suelos y patrones regionales

Entre los años 2019 y 2024, el laboratorio de suelos de Cooprinsem analizó cerca de 27.000 muestras (0-20 cm de produndidad) provenientes de sistemas ganaderos ubicados en tres macrozonas representativas del sur de Chile: Región de Los Ríos, Provincia de Osorno y el territorio comprendido desde Purranque hasta el archipiélago de Chiloé (Cuadro 1).

Los resultados obtenidos permiten una caracterización general de la condición química de los suelos en estas zonas, clave para comprender fenómenos como la degradación de praderas: suelos considerados con acidez elevada, limitada disponibilidad de fósforo Olsen, niveles variables de potasio disponible, medios de azufre y niveles medio de magnesio intercambiable, son condiciones que, sostenidas en el tiempo, reducen el vigor forrajero, disminuyen la persistencia de especies deseables y favorecen la invasión de malezas. Cabe señalar que estas muestras provienen mayoritariamente de suelos que han sido laboreados y manejados con algún objetivo productivo, ya sea para establecer cultivos o mejorar o renovar praderas, por lo que su condición nutricional tiende a ser mejor que la de aquellos suelos que no reciben fertilización ni intervención agronómica, donde los niveles de fertilidad suelen ser considerablemente más bajos.

Comprender la degradación de las praderas no solo pasa por lo que ocurre en superficie, sino también por lo que sucede a nivel del suelo. En este sentido, los datos aquí presentados permiten sustentar decisiones agronómicas más fundamentadas, sustentables y económicamente viables para la ganadería de carne y leche del sur de Chile, orientando estrategias de fertilización, aplicación de enmiendas.

La degradación de praderas es un fenómeno multivariable, donde factores permanentes y transitorios interactúan generando cambios en la estructura y productividad de la comunidad vegetal. Un sistema pastoril sustentable requiere que el agricultor tome decisiones informadas respecto a fertilidad de suelos, especies a establecer, intensidad y frecuencia del pastoreo, y monitoreo de plagas.

Recomendaciones claves:

  • Realizar análisis de suelo al menos cada 2-3 años con el fin de interpretarlos y generar estrategias integrales de fertilización.
  • Ajustar la carga animal a la capacidad de recuperación de la pradera.
  • Considerar la inclusión de especies adaptadas a condiciones locales.
  • Evaluar tecnologías de riego en zonas con déficit hídrico estival.
  • Implementar monitoreo de plagas y uso de variedades con hongo endófito AR1 o CM142.

El desafío está en manejar nuestras praderas con un enfoque integrador, sustentado en evidencia técnica y científica, pero también flexible y adaptativo a las condiciones propias de cada predio. En este proceso, el acompañamiento profesional de asesores técnicos de Cooprinsem especializados en praderas y producción animal resultan clave para interpretar los datos, diagnosticar limitantes productivas y diseñar estrategias de manejo acordes a la realidad de cada agricultor.